María Antonia y David compartían todo en su vida,
ella sabía todo lo que David sentía,
lo observaba aun en la distancia y
se deseperaba cuando con el no hablaba.
David seguía los sueños de María Antonia,
los sentía propios y disfrutaba cada momento que estaban solos.
Juntos eran uno, el tiempo no pasaba,
los problemas se borraban.
Eran amigos, los mejores amigos,
y aunque los dos se moría de amor,
tal vez por terquedad, por miedo a reconocerlo
o por pensar en lo ajeno,
María Antonia no se permitió
abrir su corazón, y decidió volver todo un juego.
El tiempo pasó, y David encontró un nuevo amor.
María Antonia también, pero por fin entendió
el tiempo y el complemento que perdió,
porque tal sincronía no fue la que halló.
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