domingo, 10 de noviembre de 2013

Camila alistaba su maleta
Estaba feliz con su nuevo viaje
no veía la hora de que fueran a recogerla.

Despedía una etapa de su vida, 
pero tantas lágrimas no le daban espacio a la nostalgia

La verdad es que Camila 
nunca había estado tan acompañada.
Desde que llegó a la ciudad
se había dedicado tanto a trabajo
que no se había dado cuenta de la cantidad de personas
que estaban a su lado

Pero al mismo tiempo era la ciudad
 donde más sola se había sentido.
Nunca le faltó un cuenta conmigo,
cuando necesites llámame que aquí estoy,
pero nunca recibió un abrazo, 
ni un buenas noches, 
ni cómo has estado.

Al mirar atrás se sorprendió la facilidad con que la gente
expresa cosas que en verdad no siente,
o no tiene tiempo para hacer evidente,
porque cuando ella llamaba no había quien estuviera presente..

Empacando su historia
le decía adiós a tantas llamadas
que iniciaban con un: no tengo nada qué hacer, ¿qa qué invita?,
llamadas de las mismas personas que le decían que ahí estarían
pero que nunca la invitaban cuando el placer yacía.

Esa empacada parecía una estampida,
no cabía en la alegría.
Cómo le dijo alguna vez su hermano 
cuando él era el que estaba empacando:
En todas partes hay ingratos, pero lo mejor de un nuevo
cielo es que siempre habrá una nueva oportunidad.

Esa ciudad le había dado un nuevo significado a la palabra soledad.
Si la mencionaba muchos le buscaban novio,
y no se daban cuenta que lo que necesitaba 
era más sencillo, era el oído y  un abrazo de un verdadero amigo



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