miércoles, 15 de julio de 2015

Despedida

En su apartamento, Mariana miraba por su ventana y una lágrima bajaba por su rostro.
En el edificio del frente, un joven empacaba unas cajas, y descolgaba las fotografías que a ella le encantaban.
No se conocían, pero cada tarde Marian se sentaba en aquella ventana con una taza de café y algún libro que siempre la acompañaba.
Pero muchas veces ella disimulaba que leía cuando en realidad era la ventana del frente la que miraba.

Joaquín era una artista que vivía frente a su casa. Como pocos hombres en la zona, él adoraba las plantas, y su balcón florecía con una gran variedad de flores de diferentes colores. Tenía un gran Golden Retriever que jugaba y jugaba, y de vez en cuando tumbaba alguan planta, causando estragos en el andén de la casa. Y si cada travesura Mariana disfrutaba, lo que más le gustaba era ese muro al fondo de la ventana, donde siempre variaban impresiones de gran formato, de fotografías que Joaquín tomaba.

La fotografía siempre fue la pasión frustrada de Mariana, y cada que lo veía con una cámara, se imaginaba abordándolo en la calle para pedirle que le enseñara.

Cuando esa tarde Joaquín no solo se llevó la última planta, sino que descolgaba la foto de un hermoso caballo que sus patas levantaban, Mariana dejó caer su taza... Joaquín alcanzó a escuchar el ruido y con reacción automática miró hacia la ventana de Mariana. Esa fue la única vez que sus miradas se cruzaron, y de inmediato Mariana se dio cuenta que dejó que su vida pasara.

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