viernes, 4 de enero de 2013

Cuando un sapo se creía príncipe

Felipe no había podido entender por qué lo llaman Diosito,
si apenas era obvio qué el era el único al quien ella miraba.
Pero si sintió un gran vacío cuando en ese restaurante,
le advertía a Andrea que ya no pensara en el,
que no fuera a buscarlo, y no entendía por qué.
Lo curioso del caso es que su cuerpo trataba de tocarla,
era el quién tuvo estirado el brazo casi dos horas,
esperando a que ella se acercara, 
el tenía preparado el discurso para rechazarla:
"Es mejor así, yo se por qué".

Andrea lo escuchaba hablar con ese orgullo,
con esas ínfulas de Dios único e irremplazable,
diciéndole que no se le acercara, mientras ella debía correr
su silla para evita el brazo que invadía su espacio.
Se sorprendió al ver cómo en vez de querer besarlo,
le daba lástima verle su discurso vacío,
y no podía entender como lo  llegó a verle como príncipe,
cuando no era más que un sapo.´



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