lunes, 25 de abril de 2016

Solo felicidad



Con esa sonrisa permanente, una dulzura sin empalagar, y una claridad en sus palabras, Mariana fue adaptándose a sus brazos, a sus besos, a su sexo, a su presencia.

Una noche larga y corta, entre vino, fuego y mucho juego, se perdió en esos brazos que la llevaron al cielo.


Pero llegó el amanecer, y el tiquete estaba comprado, nada que hacer. Mariana tomaba vuelo aun sabiendo que había conocido y despedido al único hombre que había sabido llenar cada poro de su piel. Se fue con el sabor de esos besos, de su baile perfecto y de esas piernas que abrazaron su cuerpo.

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