domingo, 18 de septiembre de 2016

Cuándo la vida parecía de Heidi

Uno de los personajes que mas me gustaban en los primeros 10 años de mi vida fue Heidi. La vida era divertidísima en la pradera rodeada de naturaleza y cercana a un buen e incondicional amigo, Pedro.

Pero nunca entendí por qué el abuelo era un ermitaño que no le gustaba la gente. Hasta hoy, pues creo que de ser la niña feliz de la pradera me estoy convirtiendo en la abuela.

Si bien he considerado que uno de mis fuertes como profesional son las relaciones públicas, la gestión y la cercanía a las personas, hoy reviso mi último año de vida y me preocupa lo que veo de los seres humanos. De ahí que qusiera ser ese viejo ermitaño, profundizarme en mi bosque y no salir jamás.

No puedo evitar ver y vivir situaciones que no me dejan de sorprender. No es sino mirar las redes sociales para ver las incoherencias y ataques entre "amigos".
Pero mas me duele darme cuenta que haya gente que crea que es imposible que existan personas como yo, que valoren las relaciones y sea capaces de trabajar por el placer de saber que quiero hacer las cosas bien.

A comienzos de este año, cuando quise reinventarme, tres personas hicieron loby y dedicaron parte de su tiempo a visitar a profesionales y entidades para que no trabajaran conmigo. ¿por qué destinar esfuerzos para cerrarle las puertas a alguien? y mas aun, a alguien que en su momento no hizo más que apoyarlas. ¿el que me haya hecho a un lado por no compartir modos de pensar me hace enemiga? ¿por qué no dedicar ese tiempo y esfuerzo por hacer algo bueno para ellas mismas?

Si bien esta etapa ya está superada. Hasta recibí una llamada ofreciendo excusas. Hoy la planteo porque es una de las tantas cosas que me han pasado en menos de un año.

He confiado y quisiera seguir confiando en la palabra del otro. Pero definitivamente el valor de la palabra que tenían nuestros antepasados hoy ya es un mito. Y me impacta porque no entiendo tanta necesidad de mentir.

Y es que es tan "obvia" la necesidad de mentir, que algunos piensan que pasar a saludar, y disfrutar de palabras sabias y expertas en algún tema, es porque hay algún interés particular o deseo sexual.

Quién le dijo a los hombres de hoy que las mujeres estamos desesperadas. La verdad llevo muchos años sola y aunque quisiera llegar al punto de desesperarme, tanto ansioso lo único que hacen es que me decepcione incluso de lo que puede ser una feliz aventura, por no hablar de los supuestos "amores sinceros" que aparecen en el camino.

Y también aparecen los personajes que disfrutaron alimentando comentarios negativos injustificados,  pero cuando necesitan un favor si aparecen con comentarios ensalsadores y de agradecimiento.

¿Por qué no ocupar más nuestra mente, palabras y accione en hacer felices nuestro entorno? ¿Por qué no valorar nuestras propias palabras y actuar acorde a ellas?

Hablamos de proceso de paz y sin duda todos quisiéramos llegar allá. Pero tanta deshonestidad cotidiana me invita a disfrutar cada vez más de mi hogar y mi bella soledad.

Por convicción me seguiré dando contra las paredes entregando lo mejor de mi. Me equivocaré en acciones e interpretaciones, seguramente. Pero con la seguridad de ser feliz sola, y tratar de hacer feliz el rato de la gente que me rodee, así al final sean solo plantas, nacimientos y animales.

"Abuelito dime tu, ¿por qué hacia la nube voy?"

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