Hablar de PAZ tiene que ser una construcción
que realizamos los colombianos en nuestro día a día, y reconocer nuestro
territorio hace parte de ello. Por
cuestiones administrativas hablamos de comunas, municipios, departamentos, etc.
Generamos límites territoriales donde las competencias administrativas
comienzan generando algunas barreras.
Claro que no son solo fronteras de
las administraciones locales, también las diferentes instituciones dividen el
territorio con otras lógicas de uso, o de impacto según su qué hacer. Un
ejemplo claro en el territorio en el que yo vivo, donde Cornare y Corantioquia
definen un límite diferente al desarrollo ambiental del lugar. Un territorio que
para quienes vivimos es uno solo, pero las jurisdicciones cambian la forma de
intervenir y a poyar el recurso ambiental de las veredas que constituyen lo que
el ciudadano común conoce como Santa Elena, que es una extensión diferente y
más amplia que la comuna 90 de Medellín.
Pero los límites también los
ponemos en las unidades residenciales, en los bloques e incluso en las calles.
Usted es de aquí o de allá. Hace poco tuve una interesante discusión sobre una
intervención social de la Policía con jóvenes en una Comuna x de la ciudad,
donde la comunidad reclama por qué a ese lugar llegan niños de diferentes
partes del Valle del Aburrá, y la incomodidad está dada en por qué niños de
otras partes se van a beneficiar con recursos de la comuna, cuando para mi visión
de construcción de país aquí hay una oportunidad muy grande de hablar de que en
mi territorio, mis hijos interactúan, crecen y contribuyen al fortalecimiento
social de mi ciudad.
Algo de lo que habla hoy el Banco
Interamericano de desarrollo es la importancia de intervenir regiones, unir, no
dividir. Entender el territorio por su dinámica y no por su administración, nos
va a permitir contribuir a un verdadero desarrollo. Debemos comenzar a romper
las fronteras que ponemos en las mismas unidades residenciales donde no
conocemos a nuestros vecinos, y llevar esta integración y conocimiento a todo
nivel en nuestra ciudad.
Es algo simple, yo construyo
tejido social si conozco a mi vecino, de ahí debemos partir. Si no se ni como
se llama no me duele si a mi vecino lo roban. Tal vez me preocupa que la
delincuencia esté cerca, pero no lo que le pase al otro. Con la claridad que
igual le pasa a mi vecino conmigo. Y cuando hablo de vecino, también es de las instituciones
que se parecen o se complementan con la que yo represento.
Vivo en la vereda Piedras
Blancas, para muchos Santa Elena, para la administración vivo Guarne, aunque
buena parte de la vereda pertenece a Medellín, lo que de entrada le da unas
características territoriales muy particulares. Vivo en plena reserva natural
(Parque Arví), zona turística, muy cercana a familias de tradición silletera,
agrícola, algunas ganaderas, familias que llegan solo los fines de semana por
recreo, otros que como yo trabajan en la ciudad y duermen en el paraíso, y
también están las que comienzan a generar una nueva dinámica económica con
productos como el aguacate y el turismo.
De entrada, solo en mi vereda
vemos un “sancocho” de perfil social, pero que sin duda es un escenario socio-histórico con diversidad social y cultural, en el
que las comunidades —hombres y mujeres— desempeñamos un papel protagónico para
la reconstrucción de país y de nuestra propia ruralidad, la cual sin duda es
muy cercana e influenciada por la ciudad, donde en vez de dividirnos, debemos
integrarnos territorial, institucional y socialmente para la consolidación de
un tejido social que promueva el desarrollo con una visión de la integración y
fortalecimiento de la región.
Debemos
conocernos como vecinos, pero también como instituciones, e incluso como
dependencias de las administraciones. Y hay esfuerzos interesantes pero
aislados, recuerdo mucho al Teniente Jhonny Gutiérrez, quien fuese
subcomandante del Fuerte de Carabineros del Parque Arví, dándome una
interesante cátedra de la importancia de promover la igualdad de oportunidades en
la zona, generando espacios tanto para los grandes finqueros, como para los
campesinos, donde desde cada uno de los intereses particulares, se invite a
promover la corresponsabilidad. Y es así como sus correrías con su grupo de
trabajo por las fincas y veredas, tejían relaciones que en algunos momentos
generaron oportunidades laborales, ayudas médicas, convites, y como no, desde
su rol como policía rural, una sensación de seguridad y apoyo interinstitucional
sin importar los límites administrativos que correspondían a su jurisdicción. Y debo reconocer que como miembro de la
administración en esa época, me hizo correr y me invitó a articularme y a
gestionar con otras dependencias de la alcaldía, para sacar adelante proyectos
de seguridad, convivencia y medio ambiente.
Pero como
este ejemplo hay muchos esfuerzos aislados en el territorio, de personas,
instituciones o funcionarios, pero soy una convencida que la paz realmente la
logramos, cunado desde las cabezas, pero también desde la base en cada familia de
cada barrio o vereda, todos entendamos que nuestro entorno es nuestra
responsabilidad, que los límites no son dadas por las fronteras, sino por
nuestras relaciones, y que entre más y mejores relaciones generemos no solo
vamos a aportarle más a un territorio, sino a un país completo
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