martes, 21 de febrero de 2017

Adiós en trompeta

Sonaron las trompetas y mi corazón terminó de arrugarse. No solo Juan se conectó contigo. Todos fuimos uno, incluyéndote, por 5 minutos.

No sonó al primer intento. Tuvo que tomar un segundo aire para que sonara su trompeta. Y es que en la iglesia no sólo se respiraba tu ausencia. Se sentía tu presencia.

No podía ser diferente tu despedida. Una mezcla de tradición e irreverencia. Una mezcha de historias, arte y emociones.

Así eras tu, Merce.

No fuiste la vecina, ni la amiga de mi madre. En alguna época era tan común verte en casa como a cualquiera de mis hermanas.

Se me vinieron muchos recuerdos, incluso sentí a mi hijo en sus primeros pasos gritando: Llegó Merce.

Hoy en la iglesia habia familia, amigos, colegas, alumnos. Sin duda dejaste huella.

Cuando escuché las palabras de tu amiga de colegio, con esa prosa y esa historia, era casi como escucharte. Después, cuando se lee el decreto del comité historiador... yo respiraba. Qué bonito que esto ocurra en una despedida. Si bien las glorias hay que darlas en vida, que hoy se leyeran, para mi significó: valió la pena el paso por esta vida.

Luego, las palabras de Cecilia, menos elaboradas pero muy sentidas. Hablando del desperpejo, las críticas y la alegría que sin duda quedaran en nuestra vida.

Y al final, Juan sacó su trompeta, y sacó lo que parecería tu último aliento. Con la debilidad del dolor, pero la fuerza y sentimientos de tus sueños.

No era música dijo Juan, advirtiendo antes de tocar. Fue sinfonía de sentimientos que llenaron mi corazón de multiples recuerdos. Me parecía verla a su lado, no en esa foto, parada a su lado, feliz y orgullosa de ver a este hombre de la misma manera que una mamá ve con emoción y orgullo la presentación de su pequeño.

Merce se fue feliz. LO SE. Y con esa trompeta, despidió su paso en la tierra.

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