Más
allá de acusar a un color, hoy quiero hacer una invitación a quienes realmente
son dueños de los escudos, y son los dirigentes de los equipos. Cada que sale
en las noticias o en redes sociales una denuncia de un hecho violento asociado
a hinchas con un escudo definido, se está asociando la palabra delincuencia al
equipo como marca. Es muy común oír en la calle “los delincuentes… los pillos… los
desadaptados del equipo x”.
Esto
es algo que cada vez se arraiga más al inconsciente de la comunidad en general,
y lo que algunos asumen como apoyo a su equipo, realmente es contribuir a
afectar las arcas del club, y la tranquilidad y seguridad de una ciudad. Dos
hechos que sin duda afectan el desarrollo económico de equipo y sociedad.
¿Por
qué digo que afectan las arcas del equipo? Muy sencillo, al generar una
sensación de inseguridad alrededor de las actividades del estadio, esto hace
que más personas quieran ver los partidos en una pantalla que vivir la fiesta
del fútbol. Por otra parte, en términos de mercadeo, son menos los artículos de
merchandising que se venden al producir miedo el porte de estos en la calle,
además de cerrar opciones de eventos para el grupo familiar, que es un público
con mayor capacidad de adquisición que solo jóvenes dependientes. Si mi negocio
es el fútbol y este se relaciona con inseguridad, es una fórmula muy sencilla
para disminuir en alto porcentaje de público objetivo de mi marca.
Soy
consciente que en el país se han hechos esfuerzos por bajar los ánimos
violentos que genera en ocasiones las pasiones. Se han sentado a dialogar los
líderes de las barras con equipos y administraciones, pero ¿hemos logrado
sensibilizar la cultura barrística? Tal vez ahí nos falta mucho y somos estado,
equipos y ciudadanos los llamados a actuar. Pero hoy la invitación es más para
los equipos, pues además del placer de saber que construyen ciudad, mejoran sus
ingresos.
Si
bien, en mi corazón hay un gran dolor por lo que vivió mi hijo, a causa de
seguidores de mi propio equipo, al que yo sigo. Hoy mi queja la quiero
convertir en una propuesta propositiva, una invitación no solo a reflexionar,
una invitación a un trabajo específico de responsabilidad social, que
fortalezca imagen, reputación y economía de los equipos, y como no, de la
ciudad.
Normalmente
cuando las empresas hablan de Responsabilidad Social Empresaria (RSE) se hablan
de proyectos específicos a través de fundaciones y temáticas específicas con lo
que se considera labor social o ambiental. Y sin duda el trabajo con niños,
enfermos y reciclaje es importante, importante, importante. Soy una convencida
de que complementario a esto que ya se ha definido como política en las
organizaciones, hay otras acciones que no requieren inversiones adicionales,
solo un interés en el enfoque comunicacional.
Cuando
hablamos de reputación de marca, sin duda la interacción con las audiencias es
algo fundamental, y como yo digo, la gerencia de la comunicación es la gerencia
de los detalles. En este caso el detalle que invito a observar es el enfoque de
los mensajes que damos cuando estamos interactuando. Podemos crear concursos
para lograr entradas, podemos rifar camisetas, etc., todas esas actividades que
hoy se hacen desde mercadeo, pero la forma de lograr esos premios puede cambiar
el discurso, y esto no cuesta más.
Al
hablar de reputación de marca, sin duda esta se asocia a lo que somos, lo que
reflejamos, lo que interactuamos y lo que actuamos. ¿Cómo es el hincha que
quiere el equipo?
El
que va al estadio a alentar al equipo. El que invita a sus amigos a ver al
equipo. El que lleva a sus hijos para que se enamore del equipo. El que tiene
mente ganadora así su equipo no esté ganando. El que todos quieren ser como él.
El que quiere y puede invertir en el equipo. Etc. Estas me imagino yo que son
algunas características de lo que muchos equipos quieren, y si observamos, en
otras palabras queremos hinchas líderes y ejemplo, que se conviertan en referente
de un equipo.
¿Será
que así son los hinchas que hoy tenemos en nuestro imaginario? Si preguntamos,
hoy se asocian los hinchas al joven temerario, que asusta y del cual me alejo
en la calle cruzando de andén, para evitar que me pase algo. El que pide plata
de manera temeraria para poder ver un partido, entre otras.
Bueno,
pues una vez se tenga claro el perfil del hincha que tenemos y el que queremos,
debemos comunicarlo, pero interactuando, abriendo puertas a conversaciones que
de manera simbólica, natural o comercial, me invite a querer parecerme, para
sentirme realmente hincha de mi equipo.
Una
herramienta que hoy es muy fuerte para generar esa interacción son las redes
sociales. Aquí ya tenemos una herramienta inicial. Estas son usadas también
para el posicionamiento de marca. ¿Por qué no definir una estrategia de
mercadeo que hable del verdadero hincha, del hincha que queremos ser? Exponer,
interactuar y vivir los valores del personaje que queremos. Desde la
cotidianidad de la comunicación diaria, con un lenguaje claro, definido y
temerario, no por violento, sino por seguro, imponente y coherente.
¿Cómo
hacerlo? Hay muchas formas, y depende de lo lejos que quiera llegar cada
equipo. Y si bien esto parece una propuesta de comunicación o mercadeo, yo lo
veo como un proyecto de RSE, porque si somos capaces de medir la disminución de
hechos violentos asociados al uso de prendas del equipo, si podemos presentar
el incremento de familias que lleguen al estadio como un espacio de
socialización y bienestar social, si podemos lograr que las tribunas no paren
de cantar coros alentadores, imponentes y retadores, pero sin discurso violento,
podremos decir que estamos contribuyendo a construir una sociedad tolerante,
menos violenta y más competente. Esto también es responsabilidad social
empresarial.
Es
otra forma incluso de contribuir a mejorar la seguridad de nuestra ciudad. Ahora
sí, y como mamá de un barrista, me preocupa cómo la mentalidad de los jóvenes
comienza a corromperse desde el mismo momento que duran 90 minutos cantando
insultos a autoridades y equipos, letras que hablan incluso de muertes. Desde el PNL está comprobado que repetir
mucho un discurso hace que nuestros cerebros se los crean. Y no me considero
moralistas, pero de tanto gritar matemos, que mueran, etc., todas esas
expresiones violentas y agresivas, hacen que el más mínimo momento de calor,
ese mensaje cale y se lleve a la acción. Lo que mucho decimos, terminamos
creyéndolo. ¿Cómo no va a ser responsabilidad social empresarial ayudar a
construir mentes fuertes pero tolerantes, respetuosas y comprometidas? Esto
también es medible, y además de dejar mayores dividendos para los equipos,
ayuda a construir sociedad.
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