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jueves, 30 de septiembre de 2021

Salón Málaga #CentroConSentido #Telemedellín

De lunes a viernes 8:00 p.m.
Domingos 1:30 p.m.
Telemedellín

El Salón Málaga es la puerta del pasado en el futuro que construimos.  Es un oasis en las carreras del centro y es un fiel testigo de la transformación de la ciudad

miércoles, 5 de julio de 2017

sábado, 20 de agosto de 2016

No me lo dijo la Policía, lo entendí solita

Quienes me conocen desde hace un buen tiempo, notaron que mi paso por la Secretaría de Seguridad realmente me marcó. Si bien antes de esa experiencia, jamás había tenido relación alguna con alguna fuerza pública, hoy hay quienes creen que trabajo para la Policía. Y aunque admiro y apoyo incondicionalmente la institución, mi compromiso es de corazón con contribuir con una transformación social, hablando de seguridad.

Para los ciudadanos comunes el verde oliva de los uniformes representa en muchas ocasiones aspectos negativos por desconocimiento y por culpa de los medios. No voy a decir que es una institución perfecta, mi admiración es honesta y reconoce que no lo es, como no es perfecta la humanidad. Amo mi profesión y tengo colegas que dejan mucho que desear.

Digo por desconocimiento, porque solo preguntamos por la Policía cuando tenemos un problema o cuando vemos una crítica o cuestionamiento en algún medio. Y es que en nuestro país hemos aprendido, no entiendo por qué, que las noticias tienen que ser negativas, con muy pocas excepciones como el caso del deporte. Y sin darnos cuenta terminamos actuando poniéndonos la camiseta de señalar, si la noticia es negativa y del triunfo si es positiva. Pero ¿Dónde está nuestro compromiso? ¿Nuestra corresponsabilidad?  

Y SI, digo corresponsabilidad en la realidad nacional, porque así como el apoyo al deporte desde nuestra cotidianidad familiar y laboral contribuye a lograr triunfos olímpicos (ya bien hemos resaltado el esfuerzo personal de quienes nos representan de manera internacional), si no fuera por algunos jefes flexibles en tiempos, o del esfuerzo familiar para cambiar una salida por pasajes para entrenar, hoy Colombia no celebraría 8 medallas olímpicas. La ayuda del Gobierno es poca, pero no es una barrera. Y hoy que los dirigente se dan cuenta de lo mucho que impacta económicamente a diferentes industrias (deportivas, mediáticas, publicitarias, entre otras) y al acercamiento con la comunidad gracias al éxito deportivo, con seguridad comenzará a ser más fuerte el espacio en la agenda política nacional y local. Entonces, mirándolo de este modo, GRACIAS familiares y amigos de Ibargüen, Pajón y demás, ellos son héroes silenciosos.

Y así como en el deporte, en la seguridad también podemos ser corresponsables, con un ingrediente adicional, y es que tal vez en todas nuestras casas no hay deportistas potenciales, pero en todas si practicamos la convivencia, fortalecemos valores y construimos cultura ciudadana, que por la historia de nuestra realidad nacional, no siempre es de manera positiva. De lo que si estoy segura es que en la mayoría de los casos no es de manera consciente y mucho menos mal intencionada, es simplemente supervivencia.  Y es este punto es el que me hizo valorar la labor de miles de Policías y Soldados que hoy recorren cada rincón de nuestro país.

Salir a recorrer todas las comunas y corregimientos de Medellín como Comunicadora de apoyo al trabajo de intervención en territorio, con articulación de todos los actores oficiales y militares, me permitió no solo conocer mucho del trabajo de estos hombres y mujeres que incluso en algunos casos no dimensionan la gran y desagradecida labor que desarrollan, y digo que no dimensionan, porque a veces, como todo ser humano terminan mecanizando su labor, con la firmeza de cumplir con unas responsabilidades y procedimientos, que sin darse cuenta también fortalecen corazones y sueños de los que por su entorno no se imaginan futuro. Nos pasa a todos, no es sino ver la frialdad de algunos médicos para hablar de una enfermedad o la destructiva forma de escribir titulares, en la prensa nacional.

En el entorno en el que crecí, tal vez la labor de prevención en seguridad no era ni es muy cotidiana. Recuerdo que en mi adolescencia lo más cercano que estuve de la Policía fueron los escoltas de civil que asignaron a la ruta escolar, cuando la guerra de la mafia en mi ciudad amenazó a los “hijos de papi”.

Hoy, entendiendo la gran labor que va mucho más allá de recorrer las calles o pararse en una esquina para disuadir al delincuente, que es tal vez lo que la mayoría vemos. Y no es sino recordar algunos comentarios para exponerles lo que hoy veo, como el de un joven de unos 14 años en un barrio vulnerable de Medellín (omito a conciencia el nombre de la comuna para no seguir sumando a la estigmatización de algunos barrios llenos de bellas personas), quien hace parte del grupo juvenil que lidera la Policía de Prevención Comunitaria, quien me dijo mientras se tomaba un refrigerio en medio de un evento, que si bien a él no es que le gustaran todas las actividades que realizaban, tenía muy claro que en su cuadra quienes no estaban cerca a la Policía eran obligados a trabajar con los grupos al margen de la ley, y el conservaba el sueño de ser algún día un buen profesional.

Otro joven de unos 13 años, integrante de otra cívica infantil y juvenil de la ciudad,  en medio de una ceremonia a la que pudo asistir por un sencillo favor que le pude hacer al ver una dificultad puntual, y en la cual yo estaba haciendo el registro del evento, se detuvo en medio del acto y pensando en voz alta mientras le daba la mano a un Coronel y 2 Generales, expresó: “Ahh no soy capaz, dañé el protocolo”, y acto seguido desvió el recorrido y se fue abrazarme tan fuerte, tan fuerte y con lágrimas de emoción, haciendo llorar a medio auditorio que no solo no conocían el hecho y tampoco escuchaban lo que me decía al oído: “gracias, gracias;  usted creyó en mi con su apoyo, y no sabe cómo me ayuda a entender que todo es posible”.

Esta administración no vio necesario mi aporte en la Secretaría de Seguridad, tampoco soy empleada de la Policía, pero quienes saben que HOY acompaño un proceso de una de estas Cívicas Juveniles de la ciudad, podrán entender por qué estoy ahí, y por qué no veo como un favor que hago a la Policía, sino un gran honor saber que me permiten aportar a esta bonita labor. Y si sigo hablando de seguridad y me enorgullezco contando las cosas buenas que me doy cuenta que hace esta institución, es porque estoy convencida que con pequeños actos, y un poco de terquedad, algo puedo hacer para que todos entendamos, como lo hice yo, que la seguridad no la hacen otros, la hago YO en mi propio entorno, y cada uno de nosotros con lo que hacemos y decimos.

Somos unos ingenuos, y en algunos casos sin darnos cuenta ayudamos a fortalecer más a la delincuencia a la que tanto tememos y creemos que pedimos combatir, pero si destruimos sin misericordia una de las bases más sólidas del trabajo policial, que son la confianza y la credibilidad. Y sé que muchos me dirán que hay razones para no confiar, pero cada que pregunto por qué, el 90% de las personas me argumentan con hechos de un conocido de un conocido, ni siquiera nos damos la posibilidad de conocer, intentar y aportar.

¿Cómo podemos enseñarle a nuestros hijos que nos respeten, que respeten a sus docentes, o a cualquier referente de autoridad si somos felices haciendo chistes burlones de quienes deben hacer cumplir la norma? Insisto, no todos son perfectos, pero la meta es fortalecer la institucionalidad y muchas cosas pueden cambiar. De esto estoy segura ¿No puedo yo como ciudadano cambiar la institución policial? Claro, hablando de respeto, honestidad y conciencia social en nuestras familias. Fortalecer la familia también es fortalecer a la institucionalidad, así como los nuestros ellos son hijos en otros grupos familiares, que si no son nuestros hijos tal vez van a ser amigos de los nuestros, o vecinos.

Pero también podemos denunciar un acto de irregularidad, CLARO. Así como escuchamos noticias de responsables de la seguridad que cometen delitos, pero cuando vemos esas noticias no nos damos cuenta de que hubo otras autoridades que actuaron frente a esos hechos y posiblemente apoyados por ciudadanos comprometidos con la denuncia. Me consta la rabia y decepción que le da a la mayoría de los policías cuando se dan cuenta que un compañero se le olvidó cuál era su papel en esta sociedad.

Darle el lugar a nuestras fuerzas armadas, y a la autoridad en general, es limitar el actuar delincuencial, pues aunque no lo crean, los que aun en su inconsciente los respetan, se limitan más en su actuar en la ilegalidad. ¿Y no es esto lo que queremos? ¿No nos soñamos menos delitos? Sin duda somos Corresponsables.

Hace unos días, en redes, alguien que se quejaba de una situación de inseguridad y de la policía, me decía que no había denunciado a la autoridad, que había puesta la queja a los medios de comunicación y no habían hecho nada.


¡PLOP!, ¡no denunció el hecho en el conducto regular, y como los medios de comunicación no le resolvieron el problema, criticaba a la policía!

La verdad los seres humanos no nos escuchamos ni a nosotros mismos, somos felices criticando, y no nos damos cuenta de, permítanme la expresión, las burradas que decimos. ¿Los medios de comunicación estructuran operativos contra la delincuencia? ¿Desde cuándo nos creímos el cuento de que los medios son los que juzgan en este país? ¿Cuántas capturas realiza un noticiero al mes?
 Y me preocupo más al pensar y recordar las clases de ética en la universidad donde nos subrayaban la responsabilidad social de la comunicación, y viendo esta deducción incoherente de un seguidor, por no decir crítico en redes, me pregunto dónde está la construcción de país y tejido social, a través de la información, manejo del lenguaje y formas de participación de nuestros medios de comunicación.
 
Si, los medios informativos, hoy de muy fácil acceso a título personal a través de las redes sociales, y con la fuerza e impacto de los profesionales de este campo, contribuyen en algunos casos, e insisto, en algunos casos, solo en algunos, a llamar la atención de las autoridades. Pero la mayoría de las veces no nos damos cuenta que por querer hacer un bien, no hacemos daño a nosotros mismos.

Y como digo en el título de esta reflexión, catarsis, explicación, NO ME LO DIJO LA POLICÍA, LO ENTENDÍ SOLITA, después de aprender en mi trabajo en la Secretaría de Seguridad con expertos en el tema, haciendo parte de reuniones estratégicas donde se analizaba el actuar delincuencial, escuchando los miedos, temores y logros de diferentes comunidades y observando la dinámica de las redes sociales que hace parte de mí que hacer profesional, hoy les puedo asegurar que multiplicar cuanto delito vemos en redes, o los mismos que vivimos, lo que hace es generar mayor percepción de inseguridad que es algo que le encanta a la delincuencia para comenzar a actuar y la explicación es muy sencilla:

      1 .       Está comprobado que la mayoría de las “denuncias ciudadanas” en redes sociales no son reales. Se ve la misma foto hablando de hechos en diferentes, lugares y tiempos, que replicamos sin confirmar. Y este fenómeno no es nuevo, desde la aparición del correo electrónico las cadenas han sido muy dañinas para reputaciones de empresas, particulares y ciudades. En los 2 años que trabajé en un Centro Comercial de prestigio en Medellín, recibí por lo menos unos 50 correos que me alertaban de una violación en los baños de una empresa de cine que no está en el lugar, y obviamente que no había sucedido. Ese mismo correo lo recibí en varias ocasiones en años anteriores con nombres de diferentes centros comerciales. Y sé que es el mismo, porque yo misma le di reenviar la primera vez que lo vi, y me llamó la atención cuando me llegó en una segunda ocasión, meses después, con el nombre de otro mall. Me tomé la tarea a buscar en mis recibidos y confirmado, era el mismo, solo cambiaba el nombre.
   
     Y es que la delincuencia pesca en río revuelto, y en muchos casos ellos mismos cometen delitos que se encargan de proclamar, incluso con la misma foto en diferentes épocas o lugares diferentes de la misma zona, para promover el “chisme”, asustar la gente y de esta manera poder llegar a cobrar extorsiones y otros tipos de delitos, aprovechándose de nuestro miedo. Como dice el dicho “divide y reinarás”. Y nada más fácil que distanciarnos de las autoridades, más cuando estamos acostumbrados a exigir y no a aportar.

2. Así como lo habla el PNL, la ley de atracción, la física cuántica, el merecimiento y otras corrientes sicológicas, religiosas y esotéricas que también compartimos en redes buscando generar conciencia positiva de convivencia y proyecto de vida, pero que si nos fijamos pocos y poco aplicamos, lo negativo atrae negativo, y lo positivo atrae positivo.  SIN DUDA

Si a título personal, y dándonos la oportunidad de escuchar por qué cuando nos dicen las diferentes instituciones gubernamentales y militares sobre la importancia del denuncio, hacemos una lista del por qué y para qué quejarnos en redes sociales y no donde corresponde, poniendo columna de lo que queremos lograr y otra de lo que realmente genera, tal vez mucho se unirán a lo que hoy pienso, y no porque nos lo diga la autoridad, y mucho menos por que lo diga yo, sino por nuestro propio convencimiento. O ¿tienes confirmación de que por una denuncia pública tuya se haya capturado a un delincuente? Les dejo para que piensen

      3. En mi experiencia en trabajo de fortalecer reputación, una de las premisas básicas es trabajar en las relaciones y en saber qué queremos comunicar, por qué y para qué. ¿Qué logro con comunicar en redes sociales las quejas? Algunos dirán que alertar a familiares y amigos, o “denunciar” a las autoridades por su “ineptitud”. ¿Pero no creen que advirtiendo a las autoridades les damos más herramientas para atacar que esperar a que tal vez se den cuenta en redes e intenten intervenir cuando el hecho está finiquitado?

Sé que tenemos en nuestro imaginario que denunciar no sirve, pero somos los civiles los que creamos las leyes y las normas, y buscando la transparencia y con el fin de evitar el exceso de poder, se crean normas que limitan el actuar contra la delincuencia. Y uno de los hechos que más lo limitan es ese precisamente, la falta de denuncia que legitime un procedimiento. Y si no confiamos en nuestro cuadrante o tenemos miedo a que nos identifiquen, pues muy sencillo, existen las especialidades como el GAULA, SIJIN, por mencionar algunas que trabajan en desarticular todo grupo delincuencial; o también podemos llamar al 123 o el APP de Seguridad en línea, a través del cual podemos hacer denuncias anónimas y penales, sin tener que trasladarnos de nuestra lugar, y con la seguridad de que vamos a ayudar a la tranquilidad de nuestra ciudad. Y si nos sentimos mejor, también funciona en parte como red social.

En otras ocasiones ni siquiera es problema de credibilidad, simplemente pensamos que con tantos procesos arrumados en la fiscalía, para qué denunciar el hurto de un celular, de una reja o de una billetera. Minimizamos el hurto, pero no nos damos cuenta que esos datos que demos de ese celular que tal vez no es ni de alta gama, permite identificar bandas criminales y formas de operar de las mismas, por lo cual esa denuncia aparentemente insignificante se puede convertir en la clave para desintegrar toda una organización delincuencial. Somos corresponsables al denunciar, porque podemos evitar que vuelva a pasar, y por qué no, recuperar el bien perdido o la situación que genere cualquier tipo de  delito.

      4.       Criticamos a la Policía si no requisan a ese que estigmatizamos como delincuente de esquina, con razones o solo por apariencia, sin evidencia, sin denuncia y sin estar cometiendo delito alguno, y expresamos de manera enérgica que posiblemente podemos ser víctimas (posiblemente),  e incluso nos extrañamos si para generarnos percepción de seguridad no se los llevan para las estaciones, pero nos enojamos y nos da pereza cada que nos para un retén. Y hasta es común comentarios como “¿Y es que me vieron cara de delincuente? ¿o qué?”, argumento que también podría usar el otro. Y sin duda hay casos en que se confirma conocimiento ciudadano de las acciones delincuenciales de un sujeto, lo que hace más sorprendente escuchar o leer esas críticas, cuando nosotros mismos les atamos las manos a las autoridades al no denunciar, para generar precedentes y herramientas para intervenir.

    5.       También me ha tocado ver en todo tipo de estrato, cuando la Policía llega a generar un procedimiento policial para capturar o aprehender a algún ciudadano, y somos los mismos ciudadanos los que impedimos que se generen estos procesos. No una sino muchas veces vi como después de requerimientos de presencia policial por el consumo de sustancias alucinógenas en los parques y zonas comunes de todos los estratos, lo que abre puertas al microtráfico, al hurto y otros delitos, son las familias las que impiden los procedimientos, con frases como “consumir no le hace daño a nadie” o negando la actividad ilícita que motivó el accionar.  En varias ocasiones generando disturbios o reacciones violentas contra la autoridad. Vemos los delitos del otro, pero minimizamos los cercanos. Es complejo y este es solo un ejemplo.




Es muy fácil compartir un meme o frases que aluden a la coherencia del pensar, actuar y sentir. Seguramente yo misma he sido incoherente en muchas situaciones de mi vida, pero una vez somos conscientes de esto mal hacemos en ignorar y comenzar a corregir nuestros hechos.

Yo misma he vivido en MUY POCAS ocasiones de la omisión algunos funcionarios encargados de mi seguridad como ciudadano, aun sintiéndome en peligro y con la cercanía que tengo con la institución policial, pero eso no hace que me quede en el error de alguna persona que no sabe o no quiere cumplir con su responsabilidad, como dije antes, los buenos son muchos más y hay otras formas de proceder. Es mi responsabilidad no la de quejarme públicamente y señalar a alguien en particular que va a afectar la imagen, credibilidad y respeto de muchos otros más que literalmente se matan por nuestro bienestar, si no voy a seguir el conducto regular, ahí sí creo que es mejor callar.


 













miércoles, 15 de junio de 2016

Barrismo, una gran oportunidad de generar Responsabilidad Social Empresarial, cultura ciudadana y marca

Anoche mi hijo de 16 años fue abordado por 7 jóvenes de la denominada Banda Pirata del Atlético Nacional, además de buscar como trofeo el buzo del DIM que llevaba puesto, se quedaron con su mochila, billetera y bicicleta. 7 jóvenes con edades cercanas a los 20 años que con la excusa de “hacer sentir el territorio de su equipo” se convierten en delincuentes y ellos no solo no se dan cuenta, se creen héroes. ¿Barristas? ¿Ampones? ¿Desadaptados? No me atrevo a darle nombre, pero sin duda con un apellido, y este es el nombre de un equipo.

Más allá de acusar a un color, hoy quiero hacer una invitación a quienes realmente son dueños de los escudos, y son los dirigentes de los equipos. Cada que sale en las noticias o en redes sociales una denuncia de un hecho violento asociado a hinchas con un escudo definido, se está asociando la palabra delincuencia al equipo como marca. Es muy común oír en la calle  “los delincuentes… los pillos… los desadaptados del equipo x”.

Esto es algo que cada vez se arraiga más al inconsciente de la comunidad en general, y lo que algunos asumen como apoyo a su equipo, realmente es contribuir a afectar las arcas del club, y la tranquilidad y seguridad de una ciudad. Dos hechos que sin duda afectan el desarrollo económico de equipo y sociedad.

¿Por qué digo que afectan las arcas del equipo? Muy sencillo, al generar una sensación de inseguridad alrededor de las actividades del estadio, esto hace que más personas quieran ver los partidos en una pantalla que vivir la fiesta del fútbol. Por otra parte, en términos de mercadeo, son menos los artículos de merchandising que se venden al producir miedo el porte de estos en la calle, además de cerrar opciones de eventos para el grupo familiar, que es un público con mayor capacidad de adquisición que solo jóvenes dependientes. Si mi negocio es el fútbol y este se relaciona con inseguridad, es una fórmula muy sencilla para disminuir en alto porcentaje de público objetivo de mi marca.

Soy consciente que en el país se han hechos esfuerzos por bajar los ánimos violentos que genera en ocasiones las pasiones. Se han sentado a dialogar los líderes de las barras con equipos y administraciones, pero ¿hemos logrado sensibilizar la cultura barrística? Tal vez ahí nos falta mucho y somos estado, equipos y ciudadanos los llamados a actuar. Pero hoy la invitación es más para los equipos, pues además del placer de saber que construyen ciudad, mejoran sus ingresos.

Si bien, en mi corazón hay un gran dolor por lo que vivió mi hijo, a causa de seguidores de mi propio equipo, al que yo sigo. Hoy mi queja la quiero convertir en una propuesta propositiva, una invitación no solo a reflexionar, una invitación a un trabajo específico de responsabilidad social, que fortalezca imagen, reputación y economía de los equipos, y como no, de la ciudad.

Normalmente cuando las empresas hablan de Responsabilidad Social Empresaria (RSE) se hablan de proyectos específicos a través de fundaciones y temáticas específicas con lo que se considera labor social o ambiental. Y sin duda el trabajo con niños, enfermos y reciclaje es importante, importante, importante. Soy una convencida de que complementario a esto que ya se ha definido como política en las organizaciones, hay otras acciones que no requieren inversiones adicionales, solo un interés en el enfoque comunicacional.

Cuando hablamos de reputación de marca, sin duda la interacción con las audiencias es algo fundamental, y como yo digo, la gerencia de la comunicación es la gerencia de los detalles. En este caso el detalle que invito a observar es el enfoque de los mensajes que damos cuando estamos interactuando. Podemos crear concursos para lograr entradas, podemos rifar camisetas, etc., todas esas actividades que hoy se hacen desde mercadeo, pero la forma de lograr esos premios puede cambiar el discurso, y esto no cuesta más.

Al hablar de reputación de marca, sin duda esta se asocia a lo que somos, lo que reflejamos, lo que interactuamos y lo que actuamos. ¿Cómo es el hincha que quiere el equipo?

El que va al estadio a alentar al equipo. El que invita a sus amigos a ver al equipo. El que lleva a sus hijos para que se enamore del equipo. El que tiene mente ganadora así su equipo no esté ganando. El que todos quieren ser como él. El que quiere y puede invertir en el equipo. Etc. Estas me imagino yo que son algunas características de lo que muchos equipos quieren, y si observamos, en otras palabras queremos hinchas líderes y ejemplo, que se conviertan en referente de un equipo.

¿Será que así son los hinchas que hoy tenemos en nuestro imaginario? Si preguntamos, hoy se asocian los hinchas al joven temerario, que asusta y del cual me alejo en la calle cruzando de andén, para evitar que me pase algo. El que pide plata de manera temeraria para poder ver un partido, entre otras.
Bueno, pues una vez se tenga claro el perfil del hincha que tenemos y el que queremos, debemos comunicarlo, pero interactuando, abriendo puertas a conversaciones que de manera simbólica, natural o comercial, me invite a querer parecerme, para sentirme realmente hincha de mi equipo.
Una herramienta que hoy es muy fuerte para generar esa interacción son las redes sociales. Aquí ya tenemos una herramienta inicial. Estas son usadas también para el posicionamiento de marca. ¿Por qué no definir una estrategia de mercadeo que hable del verdadero hincha, del hincha que queremos ser? Exponer, interactuar y vivir los valores del personaje que queremos. Desde la cotidianidad de la comunicación diaria, con un lenguaje claro, definido y temerario, no por violento, sino por seguro, imponente y coherente.

¿Cómo hacerlo? Hay muchas formas, y depende de lo lejos que quiera llegar cada equipo. Y si bien esto parece una propuesta de comunicación o mercadeo, yo lo veo como un proyecto de RSE, porque si somos capaces de medir la disminución de hechos violentos asociados al uso de prendas del equipo, si podemos presentar el incremento de familias que lleguen al estadio como un espacio de socialización y bienestar social, si podemos lograr que las tribunas no paren de cantar coros alentadores, imponentes y retadores, pero sin discurso violento, podremos decir que estamos contribuyendo a construir una sociedad tolerante, menos violenta y más competente. Esto también es responsabilidad social empresarial.

Es otra forma incluso de contribuir a mejorar la seguridad de nuestra ciudad. Ahora sí, y como mamá de un barrista, me preocupa cómo la mentalidad de los jóvenes comienza a corromperse desde el mismo momento que duran 90 minutos cantando insultos a autoridades y equipos, letras que hablan incluso de muertes.  Desde el PNL está comprobado que repetir mucho un discurso hace que nuestros cerebros se los crean. Y no me considero moralistas, pero de tanto gritar matemos, que mueran, etc., todas esas expresiones violentas y agresivas, hacen que el más mínimo momento de calor, ese mensaje cale y se lleve a la acción. Lo que mucho decimos, terminamos creyéndolo. ¿Cómo no va a ser responsabilidad social empresarial ayudar a construir mentes fuertes pero tolerantes, respetuosas y comprometidas? Esto también es medible, y además de dejar mayores dividendos para los equipos, ayuda a construir sociedad.



jueves, 14 de noviembre de 2013

Reflexiones de Ciudad

Cuando voy por  mi ciudad, en medio de trancones da tiempo a pensar en muchas cosas. Esta semana, en un bus de transporté "público" (vehículo al servicio de la ciudadanía, que es el medio de sustento y propiedad de un particular*) mientras miraba por la ventana, veía cómo por los tres carriles que tiene la vía, había un bus urbano en cada uno, en diferentes momentos del trayecto, desde el centro de Medellín hasta Envigado, por la Avenida del Poblado.




Y miren que menciono los tramos de tres carriles, cuando se disminuye a dos, la situación es igual, en especial en zonas donde hay paraderos de tráfico importante como San Diego, Parque Poblado, Oviedo, Sao Paulo y llegando al Parque de Envigado. 

Viendo esto, recuerdo la solicitud de unas personas que "exigen" dos vías en esta avenida de alto tráfico, y un sistema de buses con carril compartido. Yo le doy vueltas y vueltas al asunto, y lo único que encuentro es un deseo de mantener el caos.  Me explico, o mejor dicho, me pregunto: 
¿Si ya en varios tramos de la Avenida El Poblado hay tres carriles, porqué debemos reducirlos?
¿Si no queremos carril exclusivo para el transporte público qué tipo de organización en la movilidad queremos si lo que pretendemos es más de lo mismo?

Cuando leo o escucho los argumentos de estas personas, veo que expresan que ampliar las vías es motivar el uso de los vehículos y que debemos trabajar por desmotivarlo en pro de la movilidad y el medio ambiente. Estoy absolutamente de acuerdo en que es importante desmotivar el uso del carro, en una sociedad que hasta por cruzar la calle nos montamos en él para comprar la leche. pero si bien no muchos tienen ya una conciencia ambiental sino de comodidad, la estrategia no puede ser esa, para cambiar corazones debemos hablarles en su propio idioma, pues en mi matemáticas de coquito me dice que si yo soy un ciudadano común que pienso en la posibilidad de parquear mi carro para comenzar a utilizar el transporte público, pongo varios asuntos sobre la mesa:
  1. Cuánto me demoro yendo en carro y yendo en bus
  2. Cuánto me gasto en cada una de las formas de transporte
  3. Cuál es mi comodidad en cada una de ellas
  4. Y aunque se que muchos no hacen esta reflexión, digamos que habrá quien se pregunta cuál contamina más.
A estas 4 preguntas hay 4 respuestas muy sencillas:

  1. En Carro me rinde más, compartimos vías así que es el mismo trancón, pero yo no paro 3 veces en la misma cuadra. Sin hablar de las ocasiones en que me obliga a cambio de ruta para llegar a mi destino.
  2. Por cambio de rutas y tiempo, y según el tipo de vehículo, puede terminar siendo casi lo mismo o un poquito más gasto en mi vehículo particular y tal vez el bolsillo me lo permite.
  3. Sin duda en mi vehículo estiro tranquila mis piernas, pongo aire acondicionado, la emisora que me gusta y es mas aseado.
  4. Si tengo bien organizado mi carro con las revisiones tecnicomecánicas, y no es un carro viejo, puedo contaminar menos si no freno tanto, y si lo comparto con mis compañeros de trabajo. 
En estas respuestas de un ciudadano común, con seguridad difícilmente desestimularemos el uso del carro. Lo primero que necesitamos es un  transporte público organizado, que no solo sea económico, que sea incluyente, de fácil acceso, cómodo, seguro (donde hasta mi mamá pueda viajar sin riesgos al subir y al bajar) y por las carreras de hoy, que sea ágil al andar.

Si yo miro esto, y miro nuestra realidad, sin duda nuestra ciudad ha comenzado a ofrecernos avances importantes en esto, Metro, Metroplús, Metrocable y próximamente el tranvía. Un sistema integrado de transporte que es gratamente reconocido incluso por personas de países desarrollados, pero desafortunadamente aun no llega a todos los barrios. Por eso me sorprende que en la zona más altamente poblada de vehículos del Valle de Aburrá, como lo es la Avendida del Poblado, no queramos que llegue este sistema organizado.
Para mi el tercer carril, que insisto ya está en varias partes de la vía, es muy importante y necesario, y que además este tercer carril debe ser exclusivo para el transporte público. Solo de esta manera muchos tomarán la decisión de guardar el carro, como ya conozco a más de uno que lo ha hecho, pues conocen los beneficios por vivir cerca a Metroplús o el Metro. Quienes hemos montado en Metroplús sabemos lo ágil que es llegar al centro desde la Universidad de Medellín, por ejemplo,  mucho más rápido que en carro, sin congestiones ni necesidad de pagar parqueadero. Quienes están en una oficina en la Milla de Oro todo el día terminan dejando sus carros en centros comerciales cuando en sus oficinas no hay suficientes parqueaderos, así que igual les toca caminar un par de cuadras, y a la salida, en muchos casos por la hora, comenzar el trancón desde el mismo parqueadero del centro comercial, a la hora de salir.  Si pudiéramos evitarnos los trancones con un buen sistema de transporte público, estoy segura que muchos lo harán.
 
Es por ello que invito a pensar un poco más en este tema, puede que ni las administraciones, ni quienes están al frente de estos proyectos de desarrollo se las sepan todas, pero hay estudios claros que demuestran las necesidades de movilidad en las cuales ya tenemos un retraso de 40 años. No digo que todo deba ser cemento, digo que debemos organizar lo que tenemos y trabajar paralelo en generar nuevas culturas acordes a las nuevas necesidades y conciencias, y de la misma manera comenzar a proyectarnos hacia el futuro.


*El Servicio Público en Colombia, en una gran proporción es propiedad de particulares, quienes en su afán de generar rentabilidad como cualquier empresario, han olvidado su razón de ser para entrar en la llamada guerra del centavo, parando los vehículos en cada esquina, si no es dos y tres veces en la misma cuadra, compitiendo entre ellos mismos a grandes velocidades por vías congestionadas y aumentando el número de sillas por vehículo reduciendo el espacio, incluso para la altura promedio latina que no es la más alta, generando incomodidades en los viajes.