Quienes me conocen desde hace un buen tiempo,
notaron que mi paso por la Secretaría de Seguridad realmente me marcó. Si bien
antes de esa experiencia, jamás había tenido relación alguna con alguna fuerza
pública, hoy hay quienes creen que trabajo para la Policía. Y aunque admiro y
apoyo incondicionalmente la institución, mi compromiso es de corazón con
contribuir con una transformación social, hablando de seguridad.
Para los ciudadanos comunes el verde oliva de los
uniformes representa en muchas ocasiones aspectos negativos por desconocimiento
y por culpa de los medios. No voy a decir que es una institución perfecta, mi
admiración es honesta y reconoce que no lo es, como no es perfecta la
humanidad. Amo mi profesión y tengo colegas que dejan mucho que desear.
Digo por desconocimiento, porque solo preguntamos
por la Policía cuando tenemos un problema o cuando vemos una crítica o
cuestionamiento en algún medio. Y es que en nuestro país hemos aprendido, no
entiendo por qué, que las noticias tienen que ser negativas, con muy pocas excepciones
como el caso del deporte. Y sin darnos cuenta terminamos actuando poniéndonos
la camiseta de señalar, si la noticia es negativa y del triunfo si es positiva.
Pero ¿Dónde está nuestro compromiso? ¿Nuestra corresponsabilidad?
Y SI,
digo corresponsabilidad en la realidad nacional, porque así como el apoyo al
deporte desde nuestra cotidianidad familiar y laboral contribuye a lograr
triunfos olímpicos (ya bien hemos resaltado el esfuerzo personal de quienes nos
representan de manera internacional), si no fuera por algunos jefes flexibles
en tiempos, o del esfuerzo familiar para cambiar una salida por pasajes para
entrenar, hoy Colombia no celebraría 8 medallas olímpicas. La ayuda del
Gobierno es poca, pero no es una barrera. Y hoy que los dirigente se dan cuenta
de lo mucho que impacta económicamente a diferentes industrias (deportivas,
mediáticas, publicitarias, entre otras) y al acercamiento con la comunidad gracias
al éxito deportivo, con seguridad comenzará a ser más fuerte el espacio en la
agenda política nacional y local. Entonces, mirándolo de este modo, GRACIAS
familiares y amigos de Ibargüen, Pajón y demás, ellos son héroes silenciosos.
Y así como en el deporte, en la seguridad también
podemos ser corresponsables, con un ingrediente adicional, y es que tal vez en
todas nuestras casas no hay deportistas potenciales, pero en todas si
practicamos la convivencia, fortalecemos valores y construimos cultura ciudadana,
que por la historia de nuestra realidad nacional, no siempre es de manera
positiva. De lo que si estoy segura es que en la mayoría de los casos no es de
manera consciente y mucho menos mal intencionada, es simplemente supervivencia. Y es este punto es el que me hizo valorar la
labor de miles de Policías y Soldados que hoy recorren cada rincón de nuestro
país.
Salir a recorrer todas las comunas y corregimientos
de Medellín como Comunicadora de apoyo al trabajo de intervención en
territorio, con articulación de todos los actores oficiales y militares, me
permitió no solo conocer mucho del trabajo de estos hombres y mujeres que
incluso en algunos casos no dimensionan la gran y desagradecida labor que
desarrollan, y digo que no dimensionan, porque a veces, como todo ser humano
terminan mecanizando su labor, con la firmeza de cumplir con unas
responsabilidades y procedimientos, que sin darse cuenta también fortalecen
corazones y sueños de los que por su entorno no se imaginan futuro. Nos pasa a
todos, no es sino ver la frialdad de algunos médicos para hablar de una
enfermedad o la destructiva forma de escribir titulares, en la prensa nacional.
En el entorno en el que crecí, tal vez la labor de
prevención en seguridad no era ni es muy cotidiana. Recuerdo que en mi
adolescencia lo más cercano que estuve de la Policía fueron los escoltas de
civil que asignaron a la ruta escolar, cuando la guerra de la mafia en mi
ciudad amenazó a los “hijos de papi”.
Hoy, entendiendo la gran labor que va mucho más
allá de recorrer las calles o pararse en una esquina para disuadir al
delincuente, que es tal vez lo que la mayoría vemos. Y no es sino recordar
algunos comentarios para exponerles lo que hoy veo, como el de un joven de unos
14 años en un barrio vulnerable de Medellín (omito a conciencia el nombre de la
comuna para no seguir sumando a la estigmatización de algunos barrios llenos de
bellas personas), quien hace parte del grupo juvenil que lidera la Policía de
Prevención Comunitaria, quien me dijo mientras se tomaba un refrigerio en medio
de un evento, que si bien a él no es que le gustaran todas las actividades que
realizaban, tenía muy claro que en su cuadra quienes no estaban cerca a la
Policía eran obligados a trabajar con los grupos al margen de la ley, y el
conservaba el sueño de ser algún día un buen profesional.
Otro joven de unos 13 años, integrante de otra
cívica infantil y juvenil de la ciudad, en medio de una ceremonia a la que pudo
asistir por un sencillo favor que le pude hacer al ver una dificultad puntual, y
en la cual yo estaba haciendo el registro del evento, se detuvo en medio del
acto y pensando en voz alta mientras le daba la mano a un Coronel y 2
Generales, expresó: “Ahh no soy capaz, dañé el protocolo”, y acto seguido
desvió el recorrido y se fue abrazarme tan fuerte, tan fuerte y con lágrimas de
emoción, haciendo llorar a medio auditorio que no solo no conocían el hecho y
tampoco escuchaban lo que me decía al oído: “gracias, gracias; usted creyó en mi con su apoyo, y no sabe cómo
me ayuda a entender que todo es posible”.
Esta administración no vio necesario mi aporte en
la Secretaría de Seguridad, tampoco soy empleada de la Policía, pero quienes
saben que HOY acompaño un proceso de una de estas Cívicas Juveniles de la
ciudad, podrán entender por qué estoy ahí, y por qué no veo como un favor que
hago a la Policía, sino un gran honor saber que me permiten aportar a esta
bonita labor. Y si sigo hablando de seguridad y me enorgullezco contando las
cosas buenas que me doy cuenta que hace esta institución, es porque estoy
convencida que con pequeños actos, y un poco de terquedad, algo puedo hacer
para que todos entendamos, como lo hice yo, que la seguridad no la hacen otros,
la hago YO en mi propio entorno, y cada uno de nosotros con lo que hacemos y
decimos.
Somos unos ingenuos, y en algunos casos sin darnos
cuenta ayudamos a fortalecer más a la delincuencia a la que tanto tememos y
creemos que pedimos combatir, pero si destruimos sin misericordia una de las
bases más sólidas del trabajo policial, que son la confianza y la credibilidad.
Y sé que muchos me dirán que hay razones para no confiar, pero cada que
pregunto por qué, el 90% de las personas me argumentan con hechos de un
conocido de un conocido, ni siquiera nos damos la posibilidad de conocer,
intentar y aportar.
¿Cómo podemos enseñarle a nuestros hijos que nos
respeten, que respeten a sus docentes, o a cualquier referente de autoridad si somos
felices haciendo chistes burlones de quienes deben hacer cumplir la norma?
Insisto, no todos son perfectos, pero la meta es fortalecer la
institucionalidad y muchas cosas pueden cambiar. De esto estoy segura ¿No puedo
yo como ciudadano cambiar la institución policial? Claro, hablando de respeto,
honestidad y conciencia social en nuestras familias. Fortalecer la familia
también es fortalecer a la institucionalidad, así como los nuestros ellos son
hijos en otros grupos familiares, que si no son nuestros hijos tal vez van a
ser amigos de los nuestros, o vecinos.
Pero también podemos denunciar un acto de
irregularidad, CLARO. Así como escuchamos noticias de responsables de la
seguridad que cometen delitos, pero cuando vemos esas noticias no nos damos
cuenta de que hubo otras autoridades que actuaron frente a esos hechos y
posiblemente apoyados por ciudadanos comprometidos con la denuncia. Me consta
la rabia y decepción que le da a la mayoría de los policías cuando se dan
cuenta que un compañero se le olvidó cuál era su papel en esta sociedad.
Darle el
lugar a nuestras fuerzas armadas, y a la autoridad en general, es limitar el
actuar delincuencial, pues aunque no lo crean, los que aun en su inconsciente
los respetan, se limitan más en su actuar en la ilegalidad. ¿Y no es esto lo
que queremos? ¿No nos soñamos menos delitos? Sin duda somos Corresponsables.
Hace unos días, en redes, alguien que se quejaba de
una situación de inseguridad y de la policía, me decía que no había denunciado a
la autoridad, que había puesta la queja a los medios de comunicación y no
habían hecho nada.
¡PLOP!, ¡no denunció el hecho en el conducto regular, y como los medios de comunicación no le resolvieron el problema, criticaba a la policía!
La verdad los seres humanos no nos escuchamos ni a
nosotros mismos, somos felices criticando, y no nos damos cuenta de, permítanme
la expresión, las burradas que decimos. ¿Los medios de comunicación estructuran
operativos contra la delincuencia? ¿Desde cuándo nos creímos el cuento de que
los medios son los que juzgan en este país? ¿Cuántas capturas realiza un
noticiero al mes?
Y me
preocupo más al pensar y recordar las clases de ética en la universidad donde
nos subrayaban la responsabilidad social de la comunicación, y viendo esta
deducción incoherente de un seguidor, por no decir crítico en redes, me
pregunto dónde está la construcción de país y tejido social, a través de la
información, manejo del lenguaje y formas de participación de nuestros medios
de comunicación.
Si, los medios informativos, hoy de muy fácil
acceso a título personal a través de las redes sociales, y con la fuerza e
impacto de los profesionales de este campo, contribuyen en algunos casos, e
insisto, en algunos casos, solo en algunos, a llamar la atención de las
autoridades. Pero la mayoría de las veces no nos damos cuenta que por querer
hacer un bien, no hacemos daño a nosotros mismos.
Y como digo en el título de esta reflexión, catarsis,
explicación, NO ME LO DIJO LA POLICÍA,
LO ENTENDÍ SOLITA, después de aprender en mi trabajo en la Secretaría de
Seguridad con expertos en el tema, haciendo parte de reuniones estratégicas donde
se analizaba el actuar delincuencial, escuchando los miedos, temores y logros
de diferentes comunidades y observando la dinámica de las redes sociales que
hace parte de mí que hacer profesional, hoy les puedo asegurar que multiplicar
cuanto delito vemos en redes, o los mismos que vivimos, lo que hace es generar
mayor percepción de inseguridad que es algo que le encanta a la delincuencia
para comenzar a actuar y la explicación es muy sencilla:
1 . Está
comprobado que la mayoría de las “denuncias ciudadanas” en redes sociales no
son reales. Se ve la misma foto hablando de hechos en diferentes, lugares y
tiempos, que replicamos sin confirmar. Y este fenómeno no es nuevo, desde la
aparición del correo electrónico las cadenas han sido muy dañinas para
reputaciones de empresas, particulares y ciudades. En los 2 años que trabajé en
un Centro Comercial de prestigio en Medellín, recibí por lo menos unos 50
correos que me alertaban de una violación en los baños de una empresa de cine
que no está en el lugar, y obviamente que no había sucedido. Ese mismo correo
lo recibí en varias ocasiones en años anteriores con nombres de diferentes
centros comerciales. Y sé que es el mismo, porque yo misma le di reenviar la
primera vez que lo vi, y me llamó la atención cuando me llegó en una segunda
ocasión, meses después, con el nombre de otro mall. Me tomé la tarea a buscar
en mis recibidos y confirmado, era el mismo, solo cambiaba el nombre.
Y es que la delincuencia pesca en río revuelto, y en muchos casos ellos mismos cometen delitos que se encargan de proclamar, incluso con la misma foto en diferentes épocas o lugares diferentes de la misma zona, para promover el “chisme”, asustar la gente y de esta manera poder llegar a cobrar extorsiones y otros tipos de delitos, aprovechándose de nuestro miedo. Como dice el dicho “divide y reinarás”. Y nada más fácil que distanciarnos de las autoridades, más cuando estamos acostumbrados a exigir y no a aportar.
Y es que la delincuencia pesca en río revuelto, y en muchos casos ellos mismos cometen delitos que se encargan de proclamar, incluso con la misma foto en diferentes épocas o lugares diferentes de la misma zona, para promover el “chisme”, asustar la gente y de esta manera poder llegar a cobrar extorsiones y otros tipos de delitos, aprovechándose de nuestro miedo. Como dice el dicho “divide y reinarás”. Y nada más fácil que distanciarnos de las autoridades, más cuando estamos acostumbrados a exigir y no a aportar.
2. Así como lo habla el PNL, la ley de atracción, la física cuántica, el merecimiento y otras corrientes sicológicas, religiosas y esotéricas que también compartimos en redes buscando generar conciencia positiva de convivencia y proyecto de vida, pero que si nos fijamos pocos y poco aplicamos, lo negativo atrae negativo, y lo positivo atrae positivo. SIN DUDA
Si
a título personal, y dándonos la oportunidad de escuchar por qué cuando nos
dicen las diferentes instituciones gubernamentales y militares sobre la
importancia del denuncio, hacemos una lista del por qué y para qué quejarnos en
redes sociales y no donde corresponde, poniendo columna de lo que queremos
lograr y otra de lo que realmente genera, tal vez mucho se unirán a lo que hoy
pienso, y no porque nos lo diga la autoridad, y mucho menos por que lo diga yo,
sino por nuestro propio convencimiento. O ¿tienes confirmación de que por una
denuncia pública tuya se haya capturado a un delincuente? Les dejo para que
piensen
3. En
mi experiencia en trabajo de fortalecer reputación, una de las premisas básicas
es trabajar en las relaciones y en saber qué queremos comunicar, por qué y para
qué. ¿Qué logro con comunicar en redes sociales las quejas? Algunos dirán que
alertar a familiares y amigos, o “denunciar” a las autoridades por su “ineptitud”.
¿Pero no creen que advirtiendo a las autoridades les damos más herramientas
para atacar que esperar a que tal vez se den cuenta en redes e intenten
intervenir cuando el hecho está finiquitado?
Sé
que tenemos en nuestro imaginario que denunciar no sirve, pero somos los civiles
los que creamos las leyes y las normas, y buscando la transparencia y con el
fin de evitar el exceso de poder, se crean normas que limitan el actuar contra
la delincuencia. Y uno de los hechos que más lo limitan es ese precisamente, la
falta de denuncia que legitime un procedimiento. Y si no confiamos en nuestro
cuadrante o tenemos miedo a que nos identifiquen, pues muy sencillo, existen
las especialidades como el GAULA, SIJIN, por mencionar algunas que trabajan en
desarticular todo grupo delincuencial; o también podemos llamar al 123 o el APP
de Seguridad en línea, a través del cual podemos hacer denuncias anónimas y
penales, sin tener que trasladarnos de nuestra lugar, y con la seguridad de que
vamos a ayudar a la tranquilidad de nuestra ciudad. Y si nos sentimos mejor,
también funciona en parte como red social.
En
otras ocasiones ni siquiera es problema de credibilidad, simplemente pensamos
que con tantos procesos arrumados en la fiscalía, para qué denunciar el hurto
de un celular, de una reja o de una billetera. Minimizamos el hurto, pero no
nos damos cuenta que esos datos que demos de ese celular que tal vez no es ni
de alta gama, permite identificar bandas criminales y formas de operar de las mismas,
por lo cual esa denuncia aparentemente insignificante se puede convertir en la
clave para desintegrar toda una organización delincuencial. Somos
corresponsables al denunciar, porque podemos evitar que vuelva a pasar, y por
qué no, recuperar el bien perdido o la situación que genere cualquier tipo
de delito.
4. Criticamos
a la Policía si no requisan a ese que estigmatizamos como delincuente de
esquina, con razones o solo por apariencia, sin evidencia, sin denuncia y sin
estar cometiendo delito alguno, y expresamos de manera enérgica que
posiblemente podemos ser víctimas (posiblemente), e incluso nos extrañamos si para generarnos
percepción de seguridad no se los llevan para las estaciones, pero nos enojamos
y nos da pereza cada que nos para un retén. Y hasta es común comentarios como “¿Y
es que me vieron cara de delincuente? ¿o qué?”, argumento que también podría
usar el otro. Y sin duda hay casos en que se confirma conocimiento ciudadano de
las acciones delincuenciales de un sujeto, lo que hace más sorprendente
escuchar o leer esas críticas, cuando nosotros mismos les atamos las manos a
las autoridades al no denunciar, para generar precedentes y herramientas para
intervenir.
5. También
me ha tocado ver en todo tipo de estrato, cuando la Policía llega a generar un
procedimiento policial para capturar o aprehender a algún ciudadano, y somos
los mismos ciudadanos los que impedimos que se generen estos procesos. No una
sino muchas veces vi como después de requerimientos de presencia policial por
el consumo de sustancias alucinógenas en los parques y zonas comunes de todos
los estratos, lo que abre puertas al microtráfico, al hurto y otros delitos, son
las familias las que impiden los procedimientos, con frases como “consumir no
le hace daño a nadie” o negando la actividad ilícita que motivó el accionar. En varias ocasiones generando disturbios o
reacciones violentas contra la autoridad. Vemos los delitos del otro, pero
minimizamos los cercanos. Es complejo y este es solo un ejemplo.
Es muy fácil compartir un meme o frases que aluden a la coherencia del pensar, actuar y sentir. Seguramente yo misma he sido incoherente en muchas situaciones de mi vida, pero una vez somos conscientes de esto mal hacemos en ignorar y comenzar a corregir nuestros hechos.
Yo misma he vivido en
MUY POCAS ocasiones de la omisión algunos funcionarios encargados de mi
seguridad como ciudadano, aun sintiéndome en peligro y con la cercanía que
tengo con la institución policial, pero eso no hace que me quede en el error de
alguna persona que no sabe o no quiere cumplir con su responsabilidad, como
dije antes, los buenos son muchos más y hay otras formas de proceder. Es mi
responsabilidad no la de quejarme públicamente y señalar a alguien en
particular que va a afectar la imagen, credibilidad y respeto de muchos otros
más que literalmente se matan por nuestro bienestar, si no voy a seguir el
conducto regular, ahí sí creo que es mejor callar.
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